viernes, 30 de diciembre de 2011

Discurso de despedida Generación 2006-2011.

La siguiente nota la leí en el muro de un migo hace un tiempo, me gustó mucho por ello se ls comparto.

Cuando iniciaba la carrera de historia parientes y amigos me preguntaban ¿para qué sirve lo que estudias? Como yo no sabía contestar para qué servía una de las profesiones más viejas y hermosas del mundo, pues la había escogido por mera afición al cuento o discurso histórico, sondeaba a mis ilustres profesores sobre la utilidad de estudiar "lo que fue" para la vida comunitaria de hoy.
Esto nos lo dejo escrito Don Luis González y González, circunstancialmente muchos de nosotros hemos de sentirnos identificados con esta anécdota de uno de los historiadores más prolíficos de nuestra nación, a la cual todavía le cuesta trabajo comprender nuestra labor.
Compañeros, hemos hoy simbólicamente de finiquitar una importante etapa de nuestra vida, la profesional. Me siento honrada de poder tomar la palabra y dirigirme a Ustedes, a los miembros del Presídium, a sus familiares, a los míos, y a los amigos que nunca nos han dejado solos.
Fue difícil el reto desde antes de que comenzará, muchos nos cuestionaron por no estudiar leyes, medicina, administración, “donde está el dinero”. Hemos de sentirnos de los pocos afortunados que con empeño, orgullo y dedicación, hoy cumplimos un sueño, el cual para lograrlo tuvimos que dejarnos llevar por el gusto, por la pasión. No es fácil en este tiempo que nos toca vivir, dedicarse a las humanidades; el sistema nos relega por no proporcionar fuerza de trabajo a las grandes empresas y compañías, parece el panorama desolador, pero las oportunidades existen y sí no, nos toca la gran tarea de crearlas, con el firme propósito de llevar el conocimiento tanto como docente, como en el archivo y en las bibliotecas, como en las calles, en nuestra comunidad, con nuestros conocidos, ofrézcanosles un conocimiento crítico de nuestra realidad.
Agradecer es una de las mejores costumbres, por ello he de recordar con cariño, y aprecio a nuestros profesores, quienes los más nos han mostrado el oficio de historiar, ellos nos guiaron y sin duda nos seguirán guiando, ya sea con lecturas, consejos, regaños de tipo ortográfico y hasta de redacción, con sus experiencias contadas dentro y fuera de clase.
En especial refiero este noble sentimiento a nuestros familiares, que muchas veces tuvieron que aguantarnos con las platicas de desmitificación de héroes aún con la causa inmadura, con algo así como ¿sabías mamá que Hidalgo tuvo mujer e hijos?
El de casi querernos apagar la luz y la computadora por las desveladas del ensayo final. Por la histeria y el estrés que tuvieron y seguro tendrán que aguantar por la “famosa tesis”.
A nuestros compañeros sentimentales, de clase, y amigos porque nos ayudaron a desconectarnos cada fin de semestre del ritmo académico. Por aquellos que nos comprendieron y no nos tomaron a mal el no asistir a alguna reunión, sabiendo que estábamos con café en las venas, recuperando el aliento.
A esta noble casa de estudios que nos albergó en sus instalaciones, en la que más de alguno se tiro en sus jardines a conversar, a leer, a soñar, o a descansar. Que siendo pública y a pesar de los conflictos políticos sigue aquí con su labor social, educando y procurando por medio de sus docentes la creación de conocimiento científico pero sin olvidar lo humano.
Personalmente viví un proceso de DESAPRENDIZAJE, sí así es, y es que llegue a este lugar emocionada, desmiénteme si no Carolina, ¿recuerdas? Es nuestra anécdota.
Mi pasión por la Independencia, por la Cristiada, por los mayas y los egipcios me trajo aquí además del interés que generó en mí unas clases en la Preparatoria de Tonalá.
Pero todo en lo que había aprendido desde que entre al Kínder, lo que veía en la tele, lo que leía en mis libros de la primaria y secundaria, en lo que reafirmaba en los actos cívicos, resultaba ser otra historia, la oficial. En donde la Verdadera historia estaba más allá del discurso, estaba en las sociedades más antiguas que de los bisabuelos, estaba en los chismes de las cortes, en los procesos judiciales, en los objetos culturales, en los movimientos sociales, estos temas pasaron a ser mis nuevos intereses.
En este camino nos encontramos con los grandes historiadores, algunos fueron por obligación otros por gusto, los conocimos y dialogamos con ellos entre milenios, siglos y decenios a través de sus obras, fueron algunos: Heródoto, Cicerón, Polibio, Voltaire, Goethe, Hegel, Ranke, Dilthey, Huizinga, Bloch, Fevbre, Braudel, Valery, Ginzburg, Burke; también paso así con los más antiguos escribanos y con las reliquias de la edad media, con los historiadores locales, y con los cronistas, con los de la nueva ola, y con los de la nueva nueva ola, etc., Nos confundimos con la dialéctica y la hermenéutica; acusamos de marxistas o positivistas para ganar el debate fuera del aula.
Por otra parte, inolvidables serán los paseos al Club de la U. de G., las visitas al AGN, los viajes a los Congresos de Estudiantes de Historia, las fiestas en la glorieta, los altares de muertos, etc.
Tantos recuerdos que alguien tendría que escribir nuestras memorias, pero para no alargar más este pequeño discurso, y para concluir COMPAÑEROS les recuerdo lo que Arnaldo Córdoba nos dice sobre la tarea de la historia y del historiador.
La historia es, ante todo, memoria del pasado en el presente. Es una recreación colectiva, incluso cuando se la convierte en ciencia, es decir, en explicación, en respuesta a los porqués del presente y en afirmación demostrable o sujeta a comprobación. Es el hogar de la conciencia de un pueblo, el contexto objetivo de su modo de pensar, de sus creencias, de su visión de la realidad, de su ideología, incluso cuando es expresión individual. No hay historia independiente de la conciencia colectiva del hombre. Por eso la historia aparece siempre como discusión y reelaboración del pasado; por eso tiende siempre al futuro, como explicación del pasado, en las formas de la utopía y del mito. De ahí su fuerza como forma que adquiere la conciencia social.
Sigamos adelante ahora con nuestras tesis, serán parte de la nueva visión que tenemos de la historia en este milenio que apenas comienza.
Les deseo mucho éxito y recomiendo tener paciencia, tocaremos puertas (tal vez muchas), pero valdrá la pena, Gracias Alma Mater.

Por: Laura Fuentes Jaime.